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domingo, 29 de mayo de 2011

BARCELONA - MANCHESTER: Una final donde brillo el futbol es su estado mas puro. ¿Este Barcelona de Guardiola es mejor que el Madrid de Diestefano y el Santos de Pele? ¿Que piensan?




Maneras de ganar
"De Wembley a Wembley, el Barça ha tenido un proceso de maduración extraordinario, hasta el punto de que las victorias han dejado de ser efímeras"

Cuando Patrick Kluivert fichó por el Barcelona, en 1998, recorrió la sala de trofeos azulgrana y, sorprendido, preguntó por las Copas de Europa del club. Poco estudioso, el ariete holandés no podía creerse que una institución con tanto eco solo diera brillo a un trofeo. Y bien reciente, por cierto, porque el Barça había ganado la primera en 1992. Fue en Wembley, en el año olímpico de Barcelona, y en Londres, donde cursos después Iniesta lograría uno de esos goles que el club rebobinará toda su vida. En aquel Wembley, como anoche, tampoco se alineó el primer capitán. Hace 19 años, Zubizarreta llevó el brazalete en el campo, pero la orejona la recogió Alexanco. Casualmente, el central vasco salió, tras el gol de Koeman, por Guardiola, gestor junto a Zubizarreta de la cuarta. Entonces, Johan Cruyff pidió al portero que cediera el testigo al central. Anoche la capitanía fue de Xavi; el brazalete final, de Puyol, y la Copa, de Abidal, síntoma inequívoco del sentido coral del vestuario, seña de identidad de un modelo único que, de alguna manera, nació en Wembley y en Wembley se hizo incunable.
Así es el Barcelona, que parece empeñado en que su liturgia se reproduzca en lugares comunes. Incluso, jamás ha levantado una de sus cuatro Copas de Europa sin haber hecho bingo la misma temporada en la Liga. Es un equipo de dobletes. Pero no siempre fue así, ni mucho menos, por más que Kluivert, ayer en las gradas londinenses, se quedara mudo en su día.
De Wembley a Wembley, el Barcelona ha tenido un proceso de maduración extraordinario, hasta el punto de que las victorias han dejado de ser efímeras porque, aunque a veces con matices, se impone el modelo. Por eso los ciclos se repiten: el dream team, el que sonreía con Ronaldinho o el que seduce con los bajitos. No hay mejor defensa de un ideario que las victorias, pero no hay mayor victoria que el hecho de que la estabilidad de un club no dependa en exclusiva de una final determinada, sino de una hoja de ruta. Es la grandeza de este Barça, al que, si nadie lo estropea, serán también sus principios los que le permitan vacunarse en las derrotas.
Hay clubes que perduran por encima de los resultados, cuya estructura les permite no vincular su obra a un marcador determinado. Es el caso de este Barcelona fundado por Joan Gamper y refundado por Cruyff en los años noventa. Hasta el cruyffismo, los barcelonistas habían exhibido dos Ligas en 30 años. El recorrido es elocuente: de las 21 Ligas conquistadas por los azulgrana, 11 llegaron desde el dream team hasta la fecha; de las 25 Copas españolas, torneo de consolación en tantas ocasiones, el Barça solo ha ganado cuatro desde que el holandés diera horma al equipo. Hoy, sus retos son mayores en la medida en que ha crecido su autoestima y los éxitos deportivos pesan más que la política: ahora las marchas culés se tiñen mayoritariamente con las camisetas del equipo. Es la principal simbología de una generación de hinchas que se ha acunado con un club ganador, tan universalmente reconocible por sus campeonatos como por su ideario, por su innegociable formato. Son, los aficionados de ahora, hijos y nietos del viejo, y crónico hasta Cruyff, fatalismo culé. Aquellos desconsolados por el infortunio de la final de la Copa de Europa de Berna 1961, ante el Benfica, o por el colosal petardazo de la de Sevilla 1986, frente al Steaua. Por el medio, al Barça no le quedó más remedio que festejar una Recopa en Basilea 1979 como si hubiera llegado a la Luna y no simplemente a la tierra de su fundador.
Hoy, el podio es una costumbre en este Barcelona, pero más aún su apego irrenunciable a una forma de concebir este deporte. Si encima juega como los ángeles, como ayer, también es el modelo el que se revaloriza. Porque es el modelo el que triunfa: el que permite alinear a siete canteranos, tratar a la pelota como a una dama, no metabolizar un gol en contra tras un fuera de juego como una trama entre la CIA y la KGB y conceder la gloria a Abidal en una de las mejores finales que se recordará de un equipo. De un equipo que negocia los partidos; el credo, jamás.
Hay muchas maneras de ganar, pero la de este Barcelona es fascinante. Bien lo sabe Cruyff, que desde anoche ya tiene a su Barça a la altura de su Ajax, con cuatro Copas cada uno. Las ha ganado en el campo, el banquillo y, como ayer, la grada. Pero, por encima de todas ellas, nada tiene más valor que su imperecedera semilla. De Wembley a Wembley, de Cruyff a Cruyff y, cómo no, de Guardiola a Guardiola.
Wembley se enamora del Barcelona.
Messi lidera la genial exhibición de fútbol alegre y coral de los de Guardiola ante el Manchester United - El equipo azulgrana, tetracampeón de Europa.

Hay finales que cualquier equipo necesita ganar para ser alguien en el fútbol, como la de 1992 para el Barça o la de 1968 para el Manchester, y hay trofeos que se impone conquistar para convertirse en una celebridad. Pocos como el de ayer en Londres. La leyenda del Barcelona y del United empezó por separado en el viejo Wembley, los azulgrana contra el Sampdoria y los diablos rojos frente al Benfica. Ambos regresaron anoche al mítico estadio inglés, ahora tan renovado como los propios clubes, para dirimir cuál de los dos marcaba época, después que los azulgrana ya derrotaran a los reds hace dos años en Roma. No hubo duda. La gloria fue de nuevo para el excelso Barcelona de Messi y Abidal.

El triángulo Xavi-Iniesta-Messi monopolizó el balón y los barcelonistas se ganaron fácilmente el campo y el área del adversario. Únicamente se trataba de aguardar al gol, cosa nada sencilla a veces en un equipo tan generoso en el juego como falto de pegada como es este Barça.La final de Londres empezó y acabó igual que la de Roma, como si no pasara el tiempo, igual de reconocibles los dos contendientes. La pelota no salió de la cancha del Barcelona durante cinco largos minutos y el jugador más exigido fue Valdés. Apretaron los ingleses, muy físicos y vitalistas, tensos en la presión y más ligeros y futboleros que nunca en la alineación. Fletcher descansaba y jugaban Valencia, Giggs y, por supuesto, Chicharito. No había manera de dar con Messi, perdido en la divisoria, volteado por Park, que le rebanó tres veces la pelota. A la cuarta, sin embargo, salió La Pulga del regate y se conectaron los azulgrana, más fáciles de identificar que nunca en Wembley. Había un cierto misterio sobre cómo jugaría el Barça. Los titulares llevaban mucho tiempo sin juntarse en un partido y la serie contra el Madrid resultó tan agotadora como desagradable, nociva para su fútbol. La suplencia del capitán Puyol aumentó una incertidumbre que se disipó cuando Messi apareció entre líneas y generó la superioridad numérica suficiente para descomponer al Manchester United.
El valor más seguro en un partido de la categoría del de ayer es Pedro, infalible en los momentos más exigentes, quizá porque es la forma que tiene de agradecer que le pongan en la formación. El tinerfeño remató a la red la jugada que anteriormente habían marrado Messi y Villa. Los azulgrana estuvieron estupendos, filigraneros, también condescendientes en el área de Van der Sar y después en la de Valdés. Un fuera de banda de Abidal sirvió al Manchester para dejar constancia de su presencia en la final. Al más puro estilo Barça, robó la bola el United y Rooney no paró hasta dejarla en el marco, después de una doble pared, apoyada la segunda en un fuera de juego de Giggs que el colegiado no vio.
La respuesta del Barcelona al error arbitral no fue ningún alegato contra los colegiados ni contra la organización, sino que se centró en un fenomenal discurso futbolístico en el campo, tan medido que a Guardiola le dio tiempo de sacar a Puyol, igual que actuó Cruyff con Alexanco en 1992, aunque la Copa la recibió Abidal, titular en la final después de superar un cáncer de hígado. Los barcelonistas supieron estar en el campo, donde solo cometieron cinco faltas, y en el palco, igual de exuberantes anoche que con el 5-0 que le endosaron al Madrid, cuando empezaron a dibujar el mismo doblete alcanzado en 1992, 2006, 2009 y 2011.
Rápido de pies y cabeza en la circulación del cuero, consciente de su inferioridad en los balones divididos, al Barcelona solo le faltaba afinar la puntería para resolver un choque tan bien madurado. El partido se puso entonces estupendo para un jugador universal como Messi. Aunque a veces se relame ante la portería, no conviene flotarle, como dispuso la defensa del United, convencida de la esterilidad del Barça. La Pulga tomó la pelota de Iniesta, la paró, la acarició y la tocó en dirección al balcón del área para enganchar un violento zurdazo al que no pudo responder Van der Sar en su último partido.
Un gol repetidamente visto y, sin embargo, siempre esperado, imposible para el adversario, decisivo para el Barça, que no tardó en certificar el triunfo con un celestial tiro de Villa a la escuadra, muy bien visto por El Guaje, más certero que Alves y el propio Messi, quienes durante un rato se rifaron el chut en una final como los niños cuando pelotean en el recreo. Hubo momentos también para divertirse, para honrar al driblinginventado por los ingleses y el passing-game patentado por los escoceses, para mezclar las dos suertes como solo hace el Barça, que rompió a jugar el día señalado con la determinación precisa de un novato y el refinamiento de un singular tetracampeón.
Nadie hace silbar el balón como el Barcelona, exquisito en el juego de asociación y al mismo tiempo entregado al jugador más determinante de la época, Leo Messi. La Pulga y el Barça forman hoy una asociación imparable en cualquier campo del mundo. Wembley no iba a ser la excepción sino que era el sitio indicado para certificar la jerarquía y grandeza del Barça seguramente más romántico de la historia.
Ahora mismo no hay mejor futbolista que Messi ni un equipo que juegue mejor al fútbol que el Barça, también en un terreno neutral, el más sagrado de Europa, el santuario de Wembley. Los azulgrana se coronaron tetracampeones después de una actuación irreprochable el día más exigente, frente al líder del fútbol inglés, en el mismo templo de Londres. Equipo de muchas camisas, al Manchester no le sienta bien el blanco. Alejado de la mística y liturgia del día, apareció para dar valor al éxito azulgrana y agrandar el romanticismo del Barça, más club y equipo que nunca después de una función colectiva estupenda y de un triunfo sin discusión de su afamada delantera.
No hay mejor pie que el azulgrana.
Ante la presión infatigable del rival, Busquets, Xavi y Messi mueven la pelota a su antojo.

No le importó que le privaran del balón, propiedad del Barcelona. No le inquietó que el equipo perdiera músculo sin Fletcher en el eje. Para Ferguson, lejos de su acentuada versión timorata al alinear a Giggs y dos delanteros, se trataba de poner pie al equipo para presionar y lanzar contragolpes. Robo, pase al hueco y remate. Pero al toque tampoco se le gana al Barça, que absorbió la posesión y demostró que es un equipo que juega con la cabeza alta y la pelota rasa, que no hay mejor pie en el planeta.
Valdés.No entiende de nervios. Actuó mejor como portero que como encargado del primer pase. Pero ejerció de libre sin titubear, adelantado para reducir el espació de acción de los puntas rivales. Recibió un gol, pero no tuvo que hacer parada alguna. Un seguro universal.
Van der Sar. Se atragantó en su último partido como profesional, vencido antes de tiempo en los dos primeros goles. En el tercero se contentó con verlo.
Alves. Impreciso en el pase y desacertado al seleccionar las subidas, libró una batalla de lo más intensa con Park por todo el costado derecho. Buscó a Messi con empeño y le faltó sacar centros.
Fabio. Sus compañeros le daban palmaditas en la espalda antes del duelo, como si fuera el más débil. No fue así: nada atenazado, correcto en la defensa y alegre en el ataque, por más que no finalizara las jugadas. Acabó lesionado y sustituido.
Mascherano. Le costó dar salida a la pelota y palideció a la que Rooney le retó en carrera. Bien en lo táctico, no se perdió a la hora de ejecutar la trampa del fuera de juego y corrigió con acierto los sucesivos despistes de Alves. Se entendió con Piqué.
Ferdinand. Jugó para romper. Ha perdido su jerarquía en beneficio de Vidic, pero no su capacidad de corte. Cuando se cruzó Messi en su camino, quedó desfigurado.
Piqué. Olvidó el primer traspié, cuando casi cuela un gol a Valdés, y completó un partido sensacional, siempre con la inteligencia por bandera. Acostumbrado toda la temporada a dirigir el cotarro desde la zaga, no mostró flaqueza alguna. En el gol del United salió de sitio y metió a Giggs en fuera de juego. Por abajo y por arriba resultó infranqueable.
Vidic. Un defensa de los pies a la cabeza. Salió siempre puntual al corte y no se venció ante las diabluras rivales, hasta el punto de que seleccionó con precisión las veces que se tiró al suelo. Como en esa que rebañó, a última hora, cuando parecía gol, un balón a Messi. Perseguir a Leo entonado y atender a los desmarques de los extremos es imposible.
Abidal. Operado el 17 de marzo de un tumor, salió de inicio en Wembley en lo que fue un canto a la vida. Fue una barrera infranqueable para Valencia, pero poco dado a cruzar la divisoria.
Evra. Jugó, pero no se le vio. Cortó un balón con la mano en el área, pero el colegiado lo juzgó involuntario. No persiguió a Pedro en el primer gol. Desbravado.
Xavi. Atosigado por Carrick, al capitán le costó hacerse con su hueco. Pero, a la que recogió el balón, gobernó el partido a su antojo y explicó que al fútbol se juega con el pase y la asociación. No entiende de centros imposibles ni balones rifados. Regaló una asistencia de oro en el tanto de Pedro. Medio gol. Xavi, al cuadrado.
Valencia. No se enteró de qué iba la película. Apenas encaró y menos dribló a Abidal, por lo que tiró de las faltas a destiempo para cobrar protagonismo. Estéril.
Busquets. El termómetro azulgrana. Dueño y señor del medio del campo. Ayudó con acierto a la salida de la pelota y conectó con éxito con la siguiente línea. Sus pases descontaban rivales. No hay quien le coja el truco.
Carrick. Sin tiempo de ejecución, dada la presión rival, se movió lo justo, pero demostró que es capaz de jugar al primer toque. Se atornilló en el centro del campo y redujo con éxito las líneas de pases para el Barça. Pero se perdió cuando Messi pisó su zona.
Giggs. El ritmo frenético del duelo le incomodó sobremanera. Pero su buen pie desdibujó sus debilidades y argumentó su facilidad para dar pases interiores. Le faltó contacto con la pelota.
Iniesta. No ganó metros con el balón entre los pies y no desequilibró con el regate. No fue el mejor Iniesta, pero "un Iniesta menor es mucho Iniesta", sostiene Guardiola. Posesión, toque, asistencia de gol y una genialidad con una volea que casi desmonta Wembley.
Park. Una hormiga que no se detiene ante nada ni nadie. Se emparejó con Alves y le privó de aire. No aportó nada en el ataque.
Pedro. Tuvo un primer remate y la dio con el tobillo. Al segundo, acostumbrado a ganarse las habichuelas en un equipo de genios, no perdonó. Generoso en la presión y el esfuerzo, su presencia es capital. Es uno de los grandes.
Rooney. Decisivo, como se le reclamaba, enganchó un balón y lo envió a la red. Voraz y potente, buscó las cosquillas a los dos centrales, siempre con carreras desde la segunda línea, siempre sorprendente. Un terremoto desconectado de sus compañeros.
Villa. Actuó como punto final del juego coral azulgrana. Los dos primeros disparos toparon con la maraña de piernas del Manchester, el tercero cuchicheó al palo y el cuarto a las manos del portero. Al quinto se dio la obra de arte: un chut envenenado, con una rosca que lamió la escuadra.
Chicharito. Alejado del área, donde se restan sus virtudes, quiso vivir al límite, siempre descolgado y con la idea de romper el fuera de juego. Cayó en cuatro ocasiones. No tuvo remate.
Messi. Es el jugador más determinante del mundo. La Pulga se reivindica a cada partido, a cada ocasión. No hay partido grande para su zurda ni para sus quiebros. Es el único que se permite agachar la cabeza en la conducción, siempre marcando zetas sobre el césped. Pero, como sus recursos son infinitos, resolvió el entuerto con un zapatazo desde fuera del área que pilló a contrapié a Van der Sar. Pudo con todos.
 
"Me siento orgulloso de ganar así"
Guardiola alaba no solo el fútbol de sus jugadores, sino la calidad humana de un equipo rendido a la fortaleza de Abidal.

Éric Abidal, nacido en Lyon (Francia) el 11 de septiembre de 1979, entraba el pasado 17 de marzo en un quirófano. Le extirparon un tumor en el hígado. Y, a la salida, el doctor Fuster le prometió que le vería en el césped de Wembley. "Podrás jugar', me dijo. El trabajo de todo su equipo me ha permitido ser titular en este partido cuando hace dos meses ni siquiera sabía si podría estar aquí", confesó el jugador, agradecido, tras el encuentro. Dedicó la victoria y el título a su esposa y sus hijas; al doctor; a Martinica, su país, y a un colegio musulmán de París que le hizo un regalo muy especial: "Me han enviado un vídeo con los ánimos de todos los niños". "Mucha gente me ha ayudado a luchar", añadió.
La titularidad de Abidal fue la primera de las sorpresas de la tarde.
 La segunda fue la suplencia del capitán, Puyol, con una rodilla fastidiada ?tendrá que operarse?, que solo saltó al campo en los últimos minutos. Xavi cedió el brazalete al de La Pobla de Segur, respetando las jerarquías, honrando al capi y celebrando su regreso. Puyol, que también ha pasado largas horas en la enfermería, aunque por diferentes razones, entendía el dolor de Abidal. Y por ello sonrió a la gloria con un gesto que le honra. Él, que ya levantó las últimas dos Copas de Europa que ganó el Barça, estaba llamado a hacerlo otra vez. Pero cedió el honor a alguien que se lo mereció más. Le colocó el brazalete de capitán a Abidal, le dejó a la cola del pelotón y le permitió levantar la cuartaChampions en la historia del club. "Él tenía que levantar la Copa por todo lo que ha sufrido", concedió Puyol.
"Ha salido todo perfecto. La emoción que he sentido no se puede explicar. Es un momento excepcional en la carrera de un jugador. Muchas gracias a Puyol, al míster, a Xavi... No tengo palabras para describir ese momento. Este club es más que una familia. Hoy lo hemos visto y sentido todos. Todos queríamos levantar esta Copa", dijo Abidal.
Le sobraban elogios a Pep Guardiola para referirse a sus pupilos: "Estamos en la final porque Puyol, en la semifinal, nos dio mucho como lateral izquierdo. También él ha estado tres meses de baja. Mi gratitud se debe al privilegio de entrenar a este tipo de jugadores. Han vuelto a demostrar la calidad humana que tienen. Felicito a Carles por ese gesto. Ha sido una decisión de Puyol y Xavi. Aquí hemos llegado absolutamente todos, los que han jugado y los que no. Abi se lo merecía por lo que ha pasado. Esto nos hace un poco más fuertes".
"Os debemos una. Y estos no fallan", había prometido el entrenador el año pasado, micrófono en mano, desde el césped del Camp Nou a un estadio abarrotado que celebraba la consecución del título de Liga. Le recordaron la osadía un día antes de la final. Y se hizo pequeñito. Ayer, sin embargo, ya podía sacar pecho. "Me hacen quedar bien", concedió sencillamente. "Hemos dado una lección de fútbol. Lo pasamos bien, disfrutamos jugando", apuntó Xavi, que lucía una camiseta con un mensaje: El fútbol te devuelve lo que le das.
Nunca son fáciles las comparaciones. Ni siquiera, justas. Seguramente por eso no quiso Guardiola decidir si este Barça ha marcado ya una época o si es el mejor equipo del mundo: "Yo no vi al Madrid de Di Stéfano ni al Santos de Pelé. No he visto a muchos equipos increíbles de la historia que generan este tipo de emociones. Nosotros intentamos jugar lo mejor posible y si en 15 o 20 años la gente recuerda haber disfrutado de este equipo, estaremos orgullosos". "Este es un equipo histórico. Cuando pasen los años, será recordado como uno de los grandes", declaró, menos contenido, Andoni Zubizarreta.
En la celebración, Guardiola fue más parco que en anteriores victorias. Ganar se ha convertido ya en una costumbre. A sus 40 años, iguala con dos orejonas a los españoles Vicente del Bosque, José Villalonga y Miguel Muñoz, los tres al frente del Madrid. Alves, Thiago y Adriano, los tres brasileños de la plantilla, bailaron una extraña danza. A continuación, Guardiola reunió en el centro del campo a todos los jugadores y a los distinos empleados que acompañan al equipo, juntaron las manos y ensayaron una especie de sardana absolutamente feliz.
Antes de ser manteado por sus jugadores, una costumbre ya, Guardiola declaró cómo, respecto a la final ganada en Roma al United en 2009, esta vez la había podido preparar mucho mejor. "Cuando acabé en Roma, tenía la percepción de que habíamos hecho una gran final. Verla me dejó peor sabor de boca. Ahora creo que hemos jugado mucho mejor que hace dos años. Uno siempre quiere ganar, pero cómo lo hemos hecho es lo que me hace estar más orgulloso", remató, contenido, el entrenador, ya un mito para la afición azulgrana.
"El rey Lionel y los marcianos de Pep".
La prensa mundial elogia el juego del argentino y del Barcelona.

Inglaterra: La magia de Messi. Messi es el gran protagonista de los diarios británicos que señalan que el la magia del argentino - "Rey Lionel", "Messiah" "Messi, el mago", "El mejor jugador del planeta"- hundió al Manchester. Y califican al Barcelona de "equipo de ensueño". Para todos la superioridad del Barcelona fue aplastante y destruyó a los red vils y los corazones de los aficionados británicos. The Telegraph destaca a Messi y publica: "El Barcelona da una clase magistral de fútbol tras una posesión abrumadora en Wembley ante el Manchester United".
Francia: El Barça, en otro planeta. El diario francés L' Équipe destaca que la final de Wembley fue un "remake" de la final de Roma pero mejor. Y destaca la "insolente calidad" del equipo azulgrana y el juego del "mago" Messi. "Los chicos de Fergie no encontraron la llave. El Barcelona va deprisa, muy deprisa...", publica.
Italia: El show del campeón . "El Barcelona ganó porque es el equipo más fuerte que existe" publica el italiano La Gazzetta dello Sport que destaca que el Manchester no puedo hacer nada ante la marea blaugrana y califica a los jugadores de Pep Guardiola de "marcianos".
Alemania: Grandioso Barcelona. "Europa se inclina ante el Barcelona", así titula hoy, a doble página, el periódico alemán Bild am Sonntag la apertura de su sección de deportes, con una gran fotografía del equipo azulgrana festejando su contundente victoria en Wembley. El rotativo de mayor difusión de Alemania destaca la "grandiosa demostración futbolística" del Barcelona frente al Manchester United y la "Magia de Messi". "Messi tiene un valor de mercado de 100 millones de euros. Pero lo que vimos ayer es impagable", publica.
Argentina: "Cuando todos los miraban, Messi volvió a ser el más grande.Clarín elogia a Messi : "Menos no se podía esperar del mejor jugador del planeta. Un gol y la magia de siempre, para llevar al Barcelona a otra victoria", publica el diario argentino que le reclama para la selección: "Ahora La Pulga tendrá la oportunidad de ir por su título número 17 en la Copa América, con el equipo del Checho Batista. Así lo quiere el pueblo argentino y así lo pretende el rosarino. Por lo pronto, demostró nuevamente que es el mejor del planeta. Un as que Argentina tiene y el resto no. A disfrutarlo".
El mágico club de los cuatro
Tras el hito de 1992, el Barça logra su tercer título en seis cursos e iguala a Ajax y Bayern.

El Barcelona recupera el tiempo perdido a toda velocidad. Tras enlazar el título en el moderno Wembley con el que obtuvo el dream team en el antiguo estadio londinense en 1992, se equipara por fin en el palmarés a algunos de los grandes del fútbol europeo. La cuarta corona, la tercera en los últimos seis cursos, le iguala en el recuento de campeones de la Copa de Europa al Ajax y el Bayern Múnich. Por delante de ellos están el Madrid, con nueve; el Milan, con siete, y el Liverpool, con cinco. El Barça relega al Manchester United, con tres después de haber disputado cinco finales. Los azulgrana, además, otorgan la hegemonía a los clubes españoles con 13, uno más que los sumados por los italianos.Un título europeo puede cambiar muchas cosas en el fútbol. Tres seguidos definen por sí mismos una época. Y es lo que lograron el Ajax de Johan Cruyff y el Bayern de Franz Beckenbauer en la década de los setenta. Tres cada uno: los de 1971, 1972 y 1973, para el equipo de Ámsterdam; los de 1974, 1975 y 1976, para el de Múnich. Muchos años después sumaron el cuarto cada uno: el de 1995, el Ajax, con Rijkaard, los hermanos De Boer, Seedorf, Litmanen y Kluivert; el de 2001, el Bayern, con Kahn, Elber, Effenberg, Andersson, Kuffour y Hargreaves.
Pero el dominio del Ajax y el Bayern no se había visto antes, excepto en las cinco primeras ediciones, ganadas por el Madrid de Di Stefano, ni se ha vuelto a repetir. Tres títulos seguidos coleccionó la maravillosa generación que puso a Holanda en el mapa del fútbol mundial. Todo empezó con aquel hijo de un tendero que vivía junto al estadio del Ajax.
"No soy tan engreído para creerme eso. El despegue se debió a muchas cosas juntas, aunque a mí me asignaran el papel de estandarte de la nueva situación. Entre lo que influyó hay que contar una generación de figuras, un importante cambio de mentalidad de los dirigentes y la llegada del profesionalismo", recuerda Cruyff, que, pese a su juventud, fue consciente de que estaban en disposición de cambiar el rumbo del fútbol cuando ganaron un partido al Liverpool, en 1967, por 5-1.
Por supuesto, Cruyff no estaba solo. Suurbier, Hulshoff, Neeskens, Swart, Haan, Mühren y Keizer, entre otros, destacaban ya en aquel Ajax que, de la mano de Rinus Michels, ganó la final de 1971 al Panathinaikos. Los dos siguientes años, con Stefan Kovács como entrenador, se fueron añadiendo piezas importantes al equipo, como Krol y Rep.
Al Ajax le sucedió un Bayern basado en la inteligencia y majestuosidad de Beckenbauer y cuya chispa prendió con un gol a 40 segundos del final que lo cambió todo, el que encajó Reina, el padre del portero del Liverpool, en la final de Bruselas, contra el Atlético, en 1974. Aquel tanto de Schwarzenbeck igualó la final (1-1) y forzó un partido de desempate (tras aquello, ya hubo desenlace por penaltis), dos días después, en el que el Bayern goleó (4-0). Era el inicio de tres años de hegemonía del Kaiser con Maier, Breitner, Hoeness y Müller.
Dejar semejante huella ahora parece casi imposible, pero los números del Barça acreditan mucha consistencia durante mucho tiempo. Además de ganar la máxima corona tres veces en seis temporadas, suma con Guardiola 10 títulos en tres cursos, una hazaña.
La Pulga se viste de diablo.
Messi termina el año con 53 goles en 54 partidos y es elegido el mejor jugador de la final.

Leo Messi avisó: "Hablaré el día 29". Fue lo único que dijo en el Camp Nou, en plena euforia, durante la fiesta de celebración tras el tercer título seguido de Liga alcanzado por el Barcelona. Y sí, hablará hoy, pero antes lo hizo en el césped. Y fue en Wembley, en la catedral del fútbol inglés, país donde nunca había marcado un gol, en el mejor escenario posible.Con el tanto que le marcó a Van der Sar ha firmado 53 esta temporada, en la que ha jugado 54 partidos y en la que también ha repartido 23 asistencias. Por tercer año consecutivo ha sido máximo goleador de la Champions, con 12 tantos, igualando el récord de Van Nistelrooy, cuando vestía la camiseta del Manchester United en la temporada 2002-2003.
Leo lleva 39 goles en los 59 partidos que ha disputado en la Champions. Si es que alguna vez le retó, el argentino perdió el pulso por el pichichi de la Liga en favor de Cristiano Ronaldo. No pareció importarle lo más mínimo. Su gloria no es terrenal, por eso no atiende a premios individuales, sino que busca el trofeo grande: con 23 años, ganó su tercera Copa de Europa.
Generoso como casi siempre, jugó para el equipo antes que para sí mismo, combinó mucho y buscó pases interiores que hicieran daño. Lo consiguió, fue una pesadilla, un diablo contra los diablos rojos. Ningún jugador del Manchester United pudo echarle el guante. A Leo el gol le sale de las entrañas, así que no se fue sin su premio: un zapatazo desde fuera del área tan seco que Van der Sar no pudo ni reaccionar. "Tuve el espacio ahí, salió el arquero y por suerte entró", describió el propio Messi. Puede que no sea su gol más bonito, pero puso por delante al Barcelona cuando más lo necesitaba. Lo gritó como nunca mientras corría a festejarlo a una esquina. Como casi siempre, por el camino pateó un micrófono y también la valla de publicidad. Y si no se tiró a abrazarse a los aficionados, poco le faltó.
Que Messi es el mejor no parece generar ninguna duda. Por lo menos no la tiene Guardiola: "Es el mejor jugador que he visto y que voy a ver", sentenció cuando se le preguntó por el argentino. Y razonó: "Podríamos competir a muy alto nivel, pero sin él no daríamos el salto de calidad. Tenemos mucha capacidad de trabajo y lo hemos demostrado, tenemos el talento, y tenemos a Messi". Le consideró como un futbolista "único e irrepetible" y planteó un deseo: "Espero que no se aburra y que seamos capaces de que se sienta cómodo porque cuando eso pasa, Leo no falla". Ante el United, desde luego, no se aburrió: participó como protagonista en la jugada del segundo gol y en la jugada del tercero, con una actitud tremendamente generosa. Sandro Rosell, el presidente del Barcelona, se rindió a La Pulga. "Gracias por ser el mejor jugador del mundo", le piropeó.
"Realmente, nunca hemos podido controlar a Messi, era algo de lo que estábamos advertidos. No hemos logrado cerrar el centro del campo lo suficientemente bien como para contrarrestarlos", afirmó el técnico del Manchester United, Alex Ferguson.
"Ha sido un partido para recordar. Lo que hace este equipo es terrible. Creo que hoy por hoy no somos conscientes de lo que estamos haciendo", dijo Messi. "Queremos seguir ganando cosas. Hoy fuimos muy superiores y merecimos ganar. Ahora estamos de vacaciones. Bueno, yo me voy con la Copa, pero cuando volvamos, estaremos igual. Ahora veremos cómo lo celebramos. Este equipo es de ganadores, todos los sabemos, y tenemos que pensar únicamente en la celebración. Ya pensaremos en la temporada que viene", concluyó el que fue elegido el mejor jugador del partido y que recibió el premio con ese aire de timidez que nunca le abandona.
La mirada perdida de Ferguson.
El patriarca del United se queda sin respuestas ante la ola azulgrana.

Wembley es un símbolo del fútbol inglés y si estamos aquí es por algo", dijo sir Alex Ferguson en vísperas de la final. Ayer, con 90.000 gargantas celebrando la salida al campo de los gladiadores, la hinchada del Manchester United apeló a esa magia de Wembley a través de la historia señalando al año mágico: "Espíritu del 68", rezaba el mural compuesto por los seguidores ingleses en el fondo Este del mítico estadio. En el Oeste, los barcelonistas se habían inclinado por un más festivo "We love football", amamos el fútbol.
Los de Ferguson apelaban así a la historia: a su primer triunfo en la Copa de Europa, cuando en 1968 derrotaron en el viejo Wembley al Benfica por 4-1 tras una prórroga espectacular. Los de Guardiola, en cambio, parecían lanzar un mensaje de mayor confianza: ¿para qué apelar a la historia cuando este es el mejor momento de tu vida?
De alguna manera, Ferguson y Guardiola representaban ellos mismos el mensaje de sus equipos. Pep es presente y futuro. Sir Alex es ya un entrenador histórico que no tardará demasiado en ser historia. Anoche no solo defendía los intereses de su equipo, sino los suyos personales: un triunfo le hubiera permitido equipararse con Bob Paisley, el único entrenador que ha conseguido levantar tres veces el mayor trofeo del fútbol europeo. Lo logró con el Liverpool, el gran rival del Manchester United, en 1977, 1978 y 1981. Aquella serie de títulos, aquella saga, ha obsesionado a Ferguson durante toda su vida. Superar al Liverpool y a sus patriarcas ha sido su gran acicate.
Sir Alex llegó ayer con una rosa roja en el ojal, cumpliendo así la tradición de adornarse con una flor para realzar el acto sagrado de sentarse en el banquillo de Wembley. Pero nunca pareció demasiado seguro de poder quitarse la espina que se le quedó clavada en Roma. El gol de Pedro le dejó con el mismo gesto con el que había acabado el partido en el Olímpico: la mirada perdida, los brazos y las piernas cruzados. Su primer impulso le llevó a ordenar a Fletcher, Nani y Anderson que salieran a calentar. Al filo del descanso, y a pesar del empate, seguía preocupado: muy serio, le daba instrucciones con cara de malas pulgas a Rooney, que se había acercado al banquillo para echarse un trago. "¡Aquí el que manda soy yo! ¿Está claro?", parecía gritarle, tras las vacilaciones del orondo jugador.
Los trallazos de Messi y de Villa en la segunda parte dejaron en el aire el espíritu del 68. Con el transcurso del partido el acoso a la portería de Van der Saar se fue redoblando. La frecuencia de los tiros entre los tres palos se hizo insostenible para el Manchester, que recibió 12 remates y sólo pudo responder con uno, el que propició el gol de Rooney.
El futuro parecía superar al pasado. Pep se ponía por encima de Sir Alex, el hombre que en 1980 había dado la primera campanada de su carrera como entrenador haciendo campeón de Escocia al Aberdeen, que rompía así 14 años consecutivos de dominio del Celtic y el Rangers. El hombre que tres años después consiguió su primer trofeo europeo al derrotar al Real Madrid en la final de la Recopa.
El hombre que en noviembre de 1986 llegó al banquillo del United, con el que tardó siete años en ganar la Liga, pero este mismo año le ha convertido en el equipo inglés que más veces la ha ganado. El hombre que convirtió al United en una máquina de ganar tropezó ayer, otra vez, con un equipo que ama el fútbol. Que ama jugar a fútbol.
Sir Alex es ya historia. Ayer no igualó a Paisley. No logró encontrar la clave para parar "el carrusel" del Barça de Xavi, Iniesta y Messi. Acabó otra vez con la mirada perdida, como en Roma. Pero solo él sabe cuándo se retirará. No cumplió su sueño de ganar en Wembley, pero, con sus 69 años bien cumplidos, quizás anoche se impuso un reto distinto: superar algún día al belga Raymond Goethals, el hombre que ganó la Copa de Europa cuando tenía 71 años y 148 días.
Sir Xavi.
El medio, a quien sus padres no dejaron viajar a Wembley en 1992, no fue ni mucho menos un espectador, sino un líder.

Hubo uno que pidió una palanca para mover el mundo. A Xavi nadie le escuchó pedir la pelota, pero siempre la tuvo, como si sus botas tuvieran un imán que le acercara al cuero. Puestos a ser más fieles que nunca a una idea, la de organizarse a través del balón, era un partido para que apareciera Xavi y lo sentenciara el talento de Messi, el instinto de Villa o la picardía de Pedro. Así ocurrió: marcaron Pedro, Messi y Villa, y Xavi le puso el sello a la cuarta Copa de Europa del Barcelona. El de Terrassa ha ganado tres, pero en París, lesionado, no jugó contra el Arsenal. En Roma, contra el United, jugó bien y hasta remató al palo. En Wembley dio un recital brutal: corrió 11,9 kilómetros, más que nadie, 141 de los 148 pases que dio llegaron a su destino (95%) y chutó tres veces, una a puerta, obligando a Van der Sar a una gran parada.

Cuando Xavi tiene la pelota, siempre pasan cosas buenas para el Barça. Hay veces, como ayer, que le basta con dejarla pasar. Así ocurrió al filo de la media hora, cuando amagó el control, dejó correr el balón, se fue a por los centrales y esperó a que por algún sitio, alguno de sus amigos se le ofreciera. Giggs lo vio, pero era tarde para llegar a cerrar. Solo fue un pase más de los muchos que dio, pero terminó en gol. El primero, el que empezó a dejar claro quién es el mejor equipo de Europa.
Hace casi un año, pase a pase, Xavi llevó a España a conseguir el Mundial. Durante el curso, pase a pase, ha colaborado en la consecución del tercer título de Liga consecutivo, en la plaza para la final de Copa y en la final de Wembley. Allí apareció para ganar al United a golpe de pase, siendo fiel a un estilo. Xavi lo tuvo claro. Cogió la pelota, la pasó y ganó el Barça.
Suele decir que no puede jugar solo, que necesita amigos con los que pasarse el balón. De niño, en la plaza, se alió no pocas veces con los árboles y los bancos para tirar paredes. Suele hacerlo con Busquets, Iniesta y Messi con la intención básica de no perderlo. A partir de ahí, su radar le avisa antes que a nadie del camino al gol: y esa autopista se suele llamar Messi. El gol del argentino, el de Pedro o el de El Guaje quedarán en la memoria colectiva, pero no es menos cierto que el partido de Xavi es para que lo muestren en La Masía a quien aspire a ser centrocampista del Barça.
Xavi lleva el gen del fútbol del Barça y en el manual está escrito que tan importante es tener la pelota como saber dónde te toca jugar. Por eso se filtró como mediapunta a la espalda de Carrick y con tanta elegancia como se dejó caer cerca de Busquets. Si ordenó zafarrancho, se tiró a degüello y con él todo el equipo; cuando pensó que era necesario dar un paso atrás para ordenar el ataque, la guardó y el rondo volvió a empezar. Capitán al quedarse en el banquillo Puyol, lideró al equipo en lo anímico y en la idea y se coronó en Wembley con otra de sus habituales exhibiciones. Se activó y se frenó cuando fue necesario y con él todo el equipo, el equipo de su infancia, el equipo de su vida. Su último pase llegó directo al corazón. Llevó el brazalete durante el partido y podía haber cogido la Copa. Nadie pensó que fuera a hacerlo. Tocaba cedérsela a Puyol, como Zubizarreta hizo en 1992 con Alexanco, o Guardiola con Popescu en la final de la Recopa de 1996. Pero... no. El equipo le debía un reconocimiento a Abidal y la recogió el francés, el hombre que hace apenas tres meses pasó por el quirófano con un tumor en el hígado.
A Xavi, hace 19 años, sus padres le prohibieron viajar a Wembley con sus dos hermanos mayores. Así que vio por la tele la final contra el Sampdoria. Ayer no tenía intención de ser otra vez espectador. Hizo suya la pelota y del Barça la Copa de Europa. Tras su espectacular partido, ya se le puede llamar sir.
"Nunca me dieron una paliza así".
El escocés considera al campeón el mejor conjunto que ha visto en su carrera como técnico.

“Bien derrotados", dijo Alex Ferguson; "no hay otra manera de calificar la situación. En un primer momento pensé que podríamos haber jugado mejor. Pero es inútil. Tarde o temprano, deberemos reconocer que un equipo mejor nos ganó. Sabíamos que ellos eran mejores y nos entrenamos para contrarrestarlos. Nos preparamos muy bien. Lo hicimos lo mejor que pudimos".

El responsable del Manchester lamentó el tono amargo que han dado a su temporada las dos derrotas sufridas en Wembley: la semifinal de la Copa ante el Manchester City y la final de la Champions. "Ha sido una gran campaña en muchos aspectos", comentó; "solo me sabe mal haber venido dos veces aquí y haber sufrido dos derrotas. Es evidente que somos un equipo consistente. Pero hoy nos ha ganado el mejor de Europa"."Nos ha ganado el mejor equipo y eso no es algo de lo que tengamos que avergonzarnos", prosiguió con el gesto congelado, rubicundo; "te hechiza con sus pases y nunca conseguimos controlar a Messi. Pero eso es algo que pueden decir muchos equipos que se le han enfrentado. Cuando Rooney igualó el marcador, pensé que en la segunda parte mejoraríamos. Pero no fue así".
Alguien le preguntó si el Barça es el mejor equipo de la historia. Sus ojillos brillantes no se movieron de un punto fijo en el fondo de la sala. "Los equipos tienen ciclos y ahora ellos son los mejores de Europa, de eso no hay duda", proclamó; "nadie nos había dado una paliza así. Pero, ¿puedes tener siempre juntos a jugadores como Xavi, Iniesta y Messi? Probablemente, no. Pero ahora lo que han de hacer es disfrutar cuanto puedan de este momento". "En mi tiempo como entrenador, sí, este ha sido el mejor equipo que he visto", repitió; "el mejor. Lo acepto. Es un gran momento para ellos, se lo merecen. Lo hacen con gusto y disfrutan del fútbol". Posteriormente, Pep Guardiola, que escuchó la conferencia de su colega en directo, se confesó emocionado y manifestó su agradecimiento ante las palabras de un hombre "que no suele regalar elogios".
LFerguson ha demostrado a lo largo de su dilatada carrera que es capaz de perder el control. Es capaz de comportarse como un patán. Ayer también demostró que sabe interpretar con distinción el manual del buen perdedor. Lo hizo tragándose el orgullo ante el espectáculo que acababa de presenciar. Pudo más su amor por el juego que su naturaleza de competidor violento. "El Barça ha sido el mejor equipo que he visto en mi carrera como entrenador", dijo. "Nunca nadie nos ha dado una paliza como esta", apostilló.
Ferguson solo dejó de mostrar su cara amable cuando le preguntaron a qué jugador se llevaría del Barça si pudiera elegir solo a uno. "Es la pregunta más estúpida que me han hecho en mi vida. Pone a prueba mi paciencia", dijo. Y, tras un silencio, añadió con sarcasmo: "A Mascherano".
Dicho esto, el patriarca de Old Trafford abandonó la sala de prensa.
Los números de Wembley
Messi iguala el récord de 12 goles en una 'Champions'.- Van der Sar, el portero más veterano en una final.- Guardiola, el técnico más joven en conseguir dos entorchados.

El gol que ha logrado Messi en la final de la Champions le ha servido para dar otro paso hacia la historia a sus 23 años. El argentino ha logrado 12 goles en la competición este año, lo que le convierte en el tercer jugador en terminar como máximo goleador de la Copa de Europa tres años seguidos tras Müller -en las temporadas 72/73, 73/74 y 74/75- y Papin -en las campañas 89/90, 90/91 y 91/92-. Pero los logros de Messi no se detienen ahí: también ha igualado el récord de Van Nistelrooy como el jugador que más goles ha marcado en una temporada de Champions. De paso, ha roto su sequía en Inglaterra, donde nunca había marcado pese a que había jugado siete partidos deChampions y dos amistosos: uno con el Barça y otro con Argentina.
También Pep Guardiola, entrenador del Barcelona, ha escrito su página en la historia. A sus 40 años ha ganado su segunda Champions, lo que supone un récord de precocidad. La marca hasta ahora la tenía José Mourinho, que el año pasado conquistó su segundo título a los 47 años. En el otro extremo, Van der Sar se ha convertido, con 40 años, en el jugador más veterano en jugar una final de la Copa de Europa, superando a Maldini, que la disputó cuando tenía 38 años y 331 días. El portero holandés se ha despedido del fútbol profesional en esta final.
También Puyol podía haber entrado en el olimpo de las estadísticas si hubiese alzado por tercera vez la Copa de Europa. Sería, junto a Beckenbauer, el capitán que más veces hubiera hecho el gesto. Pero cedió ese derecho a su compañero Abidal, que se ha recuperado del cáncer de hígado del que fue operado en Marzo. Pedro también ha dejado su capítulo para la historia al convertirse en el primer jugador español del Barcelona en marcar en una final de la Copa de Europa. Antes lo habían hecho Messi, Eto?o, Belletti, Koeman, Kocsis y Czibor.
España supera a Italia
Esta noche, España ha superado a Italia como el país que más veces ha sido campeón de Europa, con 13 -nueve del Madrid y cuatro del Barça-. Italia se queda con 12 e Inglaterra, con 11. Los entrenadores españoles han igualado, además, a los italianos en número de Copas de Europa conquistadas, con nueve: Pep Guardiola ha ganado dos, las mismas que Vicente del Bosque, Miguel Muñoz y José Villalonga. A todos ellos hay que sumar la que se llevó Rafa Benítez al frente del Liverpool. El Barcelona se ha convertido en el equipo que más finales europeas ha disputado, con 17. Ha superado al Real Madrid, que tiene 16.
Por otro lado, el Manchester United rompió ayer sus estadísticas positivas cuando les pita Viktor Kassai, con el que nunca habían perdido en las tres veces que les había arbitrado en la Champions. El Barcelona comienza, además, ha convertirse en una 'bestia negra' para los diablos rojos: han jugado hasta ahora cinco finales de la Copa de Europa y solo les ha conseguido vencer los azulgrana, que también lo hicieron en la final de 2009. Y Alex Ferguson se queda a las puertas de hacer historia: si hubiese ganado esta Champions se hubiese convertido en el segundo entrenador en ganar tres títulos de Copa de Europa, tras Bob Paisley, que logró las de 1977, 78 y 81 con el Liverpool. Tendrá que esperar 

JOSÉ SÁMANO, JORDI QUIXAN, RAMON BESA, LUIS MARTÍN, ROBERT ÁLVAREZ, WALTER OPPENHEIMER. el pais.com
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